La competencia concentrada


Por Lic. Alejandro Marcó del Pont

Este gobierno tiene la mala idea de presentar fantasías de ataques especulativos, de victimizarse con teorías conspirativas por ignorar los más elementales preceptos del mercado. Desde el dólar hasta el pan están en jaque en la Argentina por una simple razón: el gobierno no entiende a los mercados, no sabe nada de las virtudes de la competencia.

Cuando los economistas son partidarios de que las decisiones sean tomadas principalmente por el sector privado suelen decir que las decisiones económicas deben dejarlas al mercado, sostiene el Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz (Macroeconomía, Ariel, 2004: 31).Como en la Antigüedad, se supone que en un mercado todos los compradores y todos los vendedores determinan conjuntamente el precio. Pero la idea es que sean numerosos, de manera que ninguna de las partes pueda determinar el precio por tener un peso mayor con respecto al resto.

Así, los teóricos clásicos y neoclásicos concibieron un modelo donde, como consecuencia del mercado, el precio vendrá dado. Si una empresa quiere cobrar un precio más alto al establecido no venderá su producto y si quiere cobrar un precio más bajo no tendrá ganancia. El problema fundamental será, entonces, cuánto producir.

Para el sector privado es sumamente importante que la idea de la competencia perfecta quede alojada en el imaginario social, por varios motivos. Y resulta relevante que la gente crea que el precio es efectivamente determinado en un mercado, y no que Coca Cola se reúne con Míster Pepsi para fijar el precio.

Si la gente percibe que el mercado no funciona bien, o simplemente visualiza que no se fija el precio de forma competitiva, la idea de que el Estado medie surgirá naturalmente como mecanismo de defensa y modificará el escenario. En principio, porque los tomadores de decisiones se verán presionados a imaginar políticas alternativas a la conveniente mirada de la fijación de precios de competencia, un ámbito donde se sentían más cómodos.

Como consecuencia del nuevo escenario, las ideas tendrán que redireccionarse hacia la mediación del Estado. Idea impugnada por el sector privado, ya que considera que cualquier intervención estatal distorsiona el funcionamiento de los precios. Pero, además, y éste no es un tema menor, para enfrentar este desafío, el Estado no puede ser cualquier Estado. Debe ser uno con poder.

Como se observa en el cuadro que aparece a continuación, la tan mencionada idea de una economía competitiva no concuerda con la realidad argentina; más bien describe una economía altamente concentrada, extranjerizada y oligopólica. Esta realidad echa por tierra toda la lógica expresada diariamente acerca de la formación de los precios que saldría de un mercado inexistente o de la galera de un mago por vía de las expectativas.

Imagine, por ejemplo, una empresa como Siderar, que produce el 99% de chapa laminada en frío y el 84% de la laminada en caliente. Con este insumo se fabrican vehículos, tractores, hojalata para envases, heladeras, lavarropas, cocinas y otros electrodomésticos. Si aumenta su precio ¿qué suponemos que pasará con los demás sectores?

precios

Como nuestra idea es tratar de determinar cómo se fijan los precios y, en nuestro caso, de qué manera los mercados no son competitivos, la idea de oferta y demanda quedará descarta. Como muestra el cuadro anterior, en caso de la hipotética competencia, la empresa tiene como objetivo maximizar el beneficio siguiendo la regla que el CM (costo marginal) = IM (ingreso marginal).

Dado que la demanda no es perfecta, y varía de forma continua, la información que tiene la empresa competitiva es inexacta para saber cuánto producir, y por ello el objetivo de maximización de los beneficios resulta inaplicable. Por lo tanto, las empresas tenderán a obtener una ganancia a nivel estable, para lo cual deberán ejercer algún tipo de control sobre los mercados. Y esta lógica de concentración es la que se ha venido aplicando en el mundo.

 

monopolioebs

En el caso del monopolio, la fijación de precios teórica es diferente porque la demanda del monopolista es la curva del mercado, ya que no existe competidor. Entonces el monopolista fijará su cantidad donde el Ingreso Marginal iguale al Costo marginal (IM= CM, de vender una unidad adicional), pero el precio será fijado más alto en la demanda (E), lo que le da al monopolista el beneficio monopólico (Pm).

La dificultad teórica que se presenta aquí radica en las posibilidades que un gobierno pueda ejercer presión y tenga el poder de mediar sobre estos grupos concentrados y extranjerizados de manera que pueda acotar sus beneficios y acordar los precios. Estos serían, en teoría, los precios cuidados.

Aquí hay más de un problema de intereses, en principio, y de teoría como manto secundario. Los seguidores del mercado y beneficiarios de esta teoría especulan que si el Estado interviene en los mercados distorsionaría los precios de una competencia inexistente y, por lo tanto, desechan esta idea. Por otra parte, otras escuelas económicas comparten el pesimismo respecto del funcionamiento del mercado, y por lo tanto imaginan éste u otros instrumentos como alternativas para la fijación de precios.

Antes de determinar una de las formas de fijación de precios, la de la escuela Pos-keynesiana, dedicaremos unas líneas al Capital para entender la idea.

Cuando los seguidores del mercado quieren determinar cuánto trabajo usa una economía podrían poner como unidad de medida las horas trabajadas. Pero para medir el capital el argumento resulta más complicado, ya que podría ser dinero, máquinas, etc. El gran logro de la economía neoclásica es haber institucionalizado el capital como algo físico.

Esta idea, la de elevar el capital a algo físico, una máquina, por ejemplo, por encima del papel de sus propietarios, es lo que legitimaría el beneficio como una remuneración justa a su aporte. De esta manera, se permite equiparar unidades de medida de trabajo y capital en forma homogénea. De ahí se desprende la expresión matemática de función de producción.

Sin embargo, el capital no es físico ni financiero, el capital es poder, y gracias a él es que se puede tomar excedentes de los trabajadores. Para poner un ejemplo, sería absurdo imaginar que la capacidad de un monopolio mediático para obtener beneficios  se centra en la capacidad de imprimir periódicos, en lugar de considerar el poder que logra a través de la información.

Con el esquema armado veamos cómo los poskeynesianos sugieren que se fijan los precios. Ésta ha sido una evolución teórica respecto del tema que ha llevado años mejorando dentro de la misma teoría. La idea, en general, es cubrir los costos, incluyendo en ellos la inversión del capital, lo que llevaría la discusión a visualizar al capital como algo físico. Por otra parte, quedarían las fluctuaciones de la demanda, cuánto producir y qué beneficio a obtener para fijar un precio determinado.

La idea de la retribución al capital se zanjó en algunos casos como una comparación entre comprar una máquina o invertir ese dinero en el banco, con lo cual la retribución al capital sería la tasa de interés. Si esto fuera así, la retribución del capital dependería de la política monetaria del gobierno, subiendo o bajando la tasa de interés de referencia, lo cual es a todas luces absurdo desde la perspectiva de la empresa.

En cuanto a la demanda, este obstáculo queda resuelto a través de la concentración y la influencia seguida por los monopolios en ese mercado. El último tema que quedaría sería el beneficio. En este punto es donde el Estado tendría que intervenir para situarlo en niveles normales, ya que la tasa de ganancia del capital no está a su alcance (el Estado desconoce los costos), la demanda la fija el monopolio, por lo que no queda otra opción que tratar de restringir el beneficio monopólico a su mínima expresión.

Si bien la política de precios cuidados es sólo un instrumento, en el caso argentino se está intentando que las empresas envíen información acerca de los precios (Resolución 29 de la Secretaría de Comercio) con una suerte dispar: sólo el 36% de las empresas cumplieron mandando los datos. Si se conoce el precio del producto por la fábrica se pueden establecer los márgenes de los siguientes componentes de la cadena, y su beneficio; por ejemplo, del productor al supermercado.

Los seguidores de la teoría poskeynesiana sostienen, por su parte, que los mercados oligopólicos fijan su precio por el margen de beneficio, por lo que se puede tratar de minimizar este beneficio con acuerdos de precios y seguirlo a través de la cadena de comercialización.

Lo interesante de esta teoría es que da una alternativa a la imaginaria fijación de precios de oferta y demanda, en donde nadie es responsable de los incrementos de precios. Dejando al menos establecido que los beneficios son los que priman, y no una mano invisible que nadie maneja.

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