Trump, ¿el chivo expiatorio?


Por: Lic. Alejandro Marcó del Pont

Somos los únicos responsables de nuestros males

El 31 de diciembre de 2019, en la víspera de finalizar la década, la Organización Mundial de la Salud notificó sobre un preocupante grupo de misteriosos casos de neumonía en China. Para marzo, la pandemia de COVID-19 había paralizado al mundo, lo que supuso un duro golpe para el crecimiento económico mundial posterior al derrumbe del 2008. Justo cuando el planeta comenzaba a recuperarse de esa crisis, se desató una nueva catástrofe: la intervención rusa a Ucrania en febrero de 2022. Esto provocó un aumento drástico en los precios del petróleo y de los alimentos, lo que aceleró la inflación. Las cadenas de suministro, ya afectadas por la pandemia, se sumieron en un mayor desorden. Se consolidó la revolución del trabajo desde casa, con una presencia cada vez más notable de la inteligencia artificial (IA) en la vida laboral cotidiana. Este cambio ha sido radical y notable, pero Donald Trump no ha tenido participación en él, ni siquiera en el conflicto entre Israel y Hamas.

Según la edición más reciente del informe Perspectivas Económicas Mundiales del Banco Mundial, a medida que el mundo se acerca al punto medio de lo que se esperaba que fuera una década transformadora para el desarrollo, para fines de 2024 la economía mundial está a punto de establecer un lamentable récord: los cinco años con el menor crecimiento del producto interno bruto de las últimas tres décadas. Es probable que la competencia estratégica entre Estados Unidos y China continúe empeorando y que Europa siga perdiendo terreno en la participación del producto mundial. Sin embargo, el mayor riesgo geopolítico para el crecimiento, el comercio y los mercados mundiales son las elecciones estadounidenses.

Es comprensible que, especialmente en Europa, la idea de un segundo mandato de Donald Trump sea una verdadera pesadilla. Este escenario sería realmente complicado para muchos. Su mandato anterior estuvo marcado por múltiples acusaciones y un festival de rupturas de las normas democráticas, incluida la insurrección del 6 de enero. Un segundo mandato probablemente traería más de lo mismo, solo que esta vez Trump tendría cuatro años de práctica en su haber.

Es cierto que nadie en su sano juicio podría defender a Trump, pero hay un límite entre expresar preocupaciones legítimas y esbozar cadenas escalofriantes de posibles acciones y reacciones que desestabilizarían a la nación o pondrían fin a la república. Respaldar estas teorías ilógicas parece más un traslado de negocios que una tesis política real.

Muchos perciben un contraste con respecto a las últimas décadas, donde los papeles parecen haberse invertido: el halcón sería el candidato demócrata, mientras que la paloma, que aboga por replegar las tropas y dejar a otros países tranquilos, sería el candidato republicano, Donald Trump. Veremos que hay mucho de cierto en esta percepción, tanto como en el pánico europeo.

Que el Congreso de Estados Unidos haya aprobado una ley que obliga a ByteDance, un conglomerado tecnológico chino que incluye a TikTok, a vender las operaciones de la red social en Estados Unidos o enfrentar una prohibición para operar, es una muestra. En caso de que las dos cámaras y el Gobierno aprueben la ley, la empresa de 100 millones de seguidores tendría 180 días para vender la aplicación a una firma de otro país. Aunque Estados Unidos nunca ha encontrado pruebas de que TikTok amenace la seguridad nacional, jamás dejo de atacarla. Donald Trump ha sugerido esta semana que la prohibición de TikTok concedería más poder a Meta, propietaria de Instagram, WhatsApp y Facebook, la misma plataforma que expulsó al expresidente tras el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. «Facebook es un enemigo del pueblo», dijo Trump, dejando la regulación de las redes sociales, un tema central, para otro momento, al igual que el monopolio de Meta.

Creer que existirá una restauración tema por tema de la versión aislacionista de Trump de una política exterior es algo divertido, sobre todo viendo la catarata de sanciones mundiales, aranceles a China o eliminar TikTok por parte de los demócratas. En resumen, la política exterior de Estados Unidos en la actualidad refleja una combinación compleja de divisiones internas, consideraciones económicas y rivalidades geopolíticas. Determinar si estas políticas representan una imagen coherente hacia el mundo o simplemente son impulsadas por negocios puede requerir un análisis más detallado caso por caso.

Es interesante observar cómo Donald Trump, a primera vista, podría ser considerado el abanderado de posturas ultraconservadoras. Sin embargo, en el ámbito de las políticas bélicas, parece seguir un curso diferente al de su partido, o al menos tener una visión de los negocios que difiere de la de los demócratas. En este sentido, Trump se destaca porque logró algo que ningún presidente estadounidense había conseguido desde que Jimmy Carter dejó la Casa Blanca el 20 de enero de 1980: no iniciar ninguna guerra durante su primer mandato.

Para los que quieran conocer el interminable listado guerras e intervenciones militares estadounidense presionen aquí. Trump llevó a cabo sólo operaciones militares, atacando objetivos del gobierno sirio y el asesinato del general iraní Qassem Soleimani mediante un ataque con aviones no tripulados estadounidenses en Iraq, volviéndolo a los ojos de los demócratas casi una carmelita descalza. 

La falta de oposición de políticas lo muestra el presidente Joe Biden y sus principales asesores planteando su política exterior en términos de una lucha global entre democracias y autocracias, cuando han mantenido estrechas relaciones con varios regímenes autoritarios en diferentes partes del mundo, incluidos esfuerzos recientes para fortalecer los vínculos con Arabia Saudita. Un estudio de la Fundación Carnegie para paz internacional investiga en profundidad las relaciones de Estados Unidos con casi sesenta países no democráticos (incluidos sus vínculos bilaterales de seguridad, relaciones económicas y contactos diplomáticos).

El documento llega a tres conclusiones generales. En primer lugar, la política de Biden con respecto a los países autoritarios representa, en general, más una continuidad que un cambio con respecto a la mayoría de los presidentes estadounidenses anteriores, lo que refleja profundas estructuras de intereses que han dado forma a las relaciones de Estados Unidos con estos países durante décadas. En segundo lugar, las cuestiones de seguridad son el motor dominante de las relaciones de Estados Unidos con países autoritarios, los intereses económicos –como las inversiones en energía, los minerales críticos, la venta de armas o garantizar el acceso al mercado estadounidense– desempeñan un papel a la hora de estimular relaciones positivas de Estados Unidos con algunos Estados autoritarios. Por último, en tercer lugar, las tendencias futuras parecen ser mixtas. Dado que las tensiones entre Estados Unidos, China y Rusia siguen aumentando, Estados Unidos tendrá más razones para dejar de lado sus preocupaciones sobre la democracia y los derechos humanos en algunos países autoritarios mientras intenta convencerlos de que se acerquen a su bando. 

Es cierto que, para muchos europeos, Joe Biden representa un cambio positivo en comparación con la administración anterior de Trump. Se percibe que Biden ha ayudado a disipar los malos sentimientos generados durante los años de Trump, haciendo que todo parezca más como un mal sueño. Sin embargo, existe la preocupación de que la versión de Trump que Europa pueda experimentar en el futuro sea aún más desquiciada e indignante que la que conocían.

Se teme que Trump, de regresar al poder, pueda llevar a cabo acciones más controvertidas, como insinuar que le gustaría abandonar la OTAN, e incluso podría intentar hacerlo. También existe la preocupación de que pueda buscar un «acuerdo de paz» sobre Ucrania con el presidente ruso Vladimir Putin, sin tener en cuenta los intereses de Ucrania y la Unión Europea. Este tipo de acciones podrían generar una mayor inestabilidad y preocupación en Europa en relación con la política exterior de Estados Unidos.

Antes de profundizar en cada uno de los puntos, puede ser necesario aclarar que la guerra en Ucrania, el aumento de los precios de la energía, los índices de inflación, la pérdida de capacidad defensiva, la obstrucción de las vías navegables y sus consecuencias sobre la cadena de suministros, así como la desindustrialización en Europa, impulsada por la Ley contra la Inflación de Estados Unidos, son algunas de las causas del desastre europeo atribuidas a los demócratas.

La idea de que Trump abandone la OTAN, ¿sería absurda? De hecho, no. Sería una continuación de la misma estrategia que ha debilitado a Europa en los últimos tiempos, pero con un enfoque diferente, más centrado en los negocios: depender de la protección estadounidense y de su industria bélica, incluso en medio de una guerra dentro de sus propias fronteras. Esto se traduce en mantener e impulsar los beneficios para el complejo militar-industrial, como se evidencia en la aprobación de los 95.300 millones de dólares destinados a Ucrania, Israel y Asia-Pacífico, aprobados por ambas cámaras del Congreso. Es importante destacar que el 80% de estos fondos no va directamente a los países en sí, sino a las empresas de armamento estadounidenses, es decir, el dinero no sale de EEUU.

La misma lógica seguiría el GNL obligando a Europa a firmar acuerdos de compra de largo plazo para que las empresas americanas inviertan en aumentar su capacidad exportable teniendo garantiza las exportaciones. Europa debe esperar un acuerdo con Moscú, el abandono de la guerra Ucrania y el conflicto con China, una idea que comenzara con el abandono de Alemania. El concepto de “OTAN inactiva”, según el cual Estados Unidos mantendría el paraguas nuclear sobre Europa, pero retiraría las fuerzas terrestres del continente, es un buen ejemplo de apretar, beneficiarse y aterrar al viejo continente por su incapacidad defensiva.

Destino 95.300 millones votados por el Parlamento

Fuente: El Tábano Economista en base a datos oficiales

Los negocios relacionados con la energía, los suministros para la artillería y la defensa, el aluminio, los químicos, la tecnología, los semiconductores, entre otros, son sólo algunos de los problemas con los que Europa se verá acorralada, y son los mismos negocios que han beneficiado a Estados Unidos, con o sin Trump en la presidencia. El deseo de Trump de retirar el apoyo de Estados Unidos a Ucrania va más allá de su aversión a los conflictos militares prolongados. Trump responsabiliza personalmente al presidente ucraniano Volodymyr Zelensky por su primer juicio político.

El republicano no es el primer presidente estadounidense en criticar a los aliados europeos por no contribuir lo suficiente a la alianza de la OTAN. Sin embargo, la propuesta de una «OTAN latente» va más allá del simple «compartir la carga»; implica una «transferencia de carga», solicitando que Estados Unidos transfiera responsabilidades a sus aliados europeos. Según este plan, un general europeo se convertiría en el Comandante Supremo Aliado en Europa (SACEUR), mientras que Estados Unidos se comprometería a detener la ampliación de la OTAN y su enfoque militar cambiaría de Europa a China. Esto parece ser una tendencia que se desarrollará en el futuro.

Durante los próximos seis meses, los países europeos enfrentarán el desafío de asegurar el suministro de municiones esenciales y fortalecer su financiación de defensa, mientras buscan aumentar su autonomía y distanciarse tanto de Estados Unidos como de China, lo cual será muy difícil. Ante estos desafíos venideros, Enrico Letta, ex Primer Ministro de Italia, y uno de los hombres más cercanos al fallecido líder del centroderecha italiano, Silvio Berlusconi, presentó a los jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea un informe de 147 páginas sobre el futuro del Mercado Único Europeo.

El informe, titulado Mucho más que un mercado, traza el camino para el nuevo ciclo político e institucional europeo de 2024-2029 y ofrece pautas sobre cómo construir una economía fuerte y preparada para el futuro. Este informe es crucial para orientar las políticas económicas y comerciales de la Unión Europea en los próximos años y abordar los desafíos y oportunidades que se presentarán en el escenario global.

En 1993, Estados Unidos y la Unión Europea tenían un tamaño económico comparable. Sin embargo, mientras que el PIB per cápita en Estados Unidos aumentó casi un 60% entre 1993 y 2022, en Europa el incremento fue inferior al 30%. Es importante tener en cuenta que durante esa época, el número de Estados miembros de la Unión Europea era menos de la mitad de lo que es hoy. Alemania estaba dividida en dos y la Unión Soviética aún existía.

Además, China e India juntas constituían menos del 5% de la economía mundial, y el acrónimo BRICS era desconocido. En ese momento, Europa, junto con Estados Unidos, estaba en el centro de la economía mundial, liderando en términos de peso económico y capacidad de innovación. Esto representaba un terreno fértil para el desarrollo y el crecimiento económico en la región. Sin embargo, los cambios en el panorama global y los desafíos internos han llevado a diferencias significativas en el crecimiento económico entre Estados Unidos y Europa en las últimas décadas.

Europa se encuentra ante la necesidad de abordar el complejo marco internacional, especialmente ante la perspectiva de que Estados Unidos pueda retirarse de ciertos compromisos. En este contexto, Enrico Letta considera esencial seguir invirtiendo en la mejora y promoción de las normas europeas, fortaleciendo el papel del Mercado Único como una plataforma sólida que respalda la innovación, protege los intereses de los consumidores y promueve el desarrollo sostenible.

El informe propone no solo intervención estatal para proteger el mercado y la inversión europea, sino también reforzar la seguridad de la Unión Europea. En un «mundo roto», caracterizado por una inestabilidad profunda y sistémica, es crucial garantizar la seguridad de los ciudadanos europeos. Esto implica adoptar posiciones y tomar decisiones más exigentes en el ámbito de la defensa.

Los tres pilares mencionados, la transición ecológica y digital justa, la dirección clara para la integración de los nuevos miembros de la Unión Europea y la ampliación de la defensa son considerados esenciales para el futuro de Europa. Sin embargo, se reconoce que estos aspectos llegan tarde debido a errores cometidos por los atlantistas.

Culpar a Trump por los problemas de Europa y del mundo puede ser un argumento conveniente. Sin embargo, la posibilidad de un parlamento más derechizado en las elecciones intermedias podría proteger al candidato republicano de las críticas y obligar a la Unión Europea a funcionar de manera más cohesionada y eficiente.

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